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Según sus características, podríamos englobar a la fibra dentro del grupo de hidratos de carbono, aunque por sus numerosas características y beneficios hay que incluirla en otro apartado.
Se diferencia del resto de hidratos de carbono en que no tiene contenido calórico. Únicamente aporta las calorías proporcionadas por los ácidos grasos liberados al ser fermentada por la flora intestinal.
Puede clasificarse en dos grupos (ambos presentes en los alimentos de origen vegetal, en distintas proporciones): la fibra alimentaria soluble (al retener agua, provoca sensación de saciedad y regula los niveles de colesterol y glucosa) y la fibra alimentaria insoluble (no retiene tanta agua, y también fermentable, aunque en menor cantidad).
Ambos tipos de fibra (presentes en frutas como el mango) benefician al sistema digestivo, regulan el tránsito intestinal y ayudan a la prevención del cáncer de colon. Además, entre otros efectos, el consumo adecuado de fibra ayuda en el control de enfermedades como la diabetes o la hipercolesterolemia.
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